martes, 14 de marzo de 2017

Caminito literario desde las páginas de un sueño











El acto de entrega de premios de I Certamen Literario Internacional Pleamar del Microrrelato Romántico en Quequén, Necochea, provincia de Buenos Aires, me llevó a un encuentro tan enriquecedor como mágico, tan inesperado como hondo, tan inolvidable como historias por contar.
Hay muchas clases de viajes. Todos van a Ítaca. Los que se realizan a otros lugares, países o ciudades. Los que no se ven ni se conocen pero que nos conmocionan y nos cambian: son los viajes a nuestro interior. Están los que navegan en la imaginación, en los deseos o en sueños. Y los que comienzan en la primera página de un libro y continúan en la última. Así me ocurrió con Argentina.
La azotea de la casa familiar en Arafo (Bórcor literario) fue mi sala de lectura durante mi infancia y adolescencia. La cumbre horadada por barrancos, surcada por coladas de lava y abrigada bajo los pinos, al norte. La montaña de Güímar, Gran Canaria en el horizonte y el ancho camino que forma la mar, al sur. Las laderas a este y oeste y por techo un cielo azul, gris, ocre, rojizo, pardusco, según las nubes o los atardeceres. Y entre mis manos los libros en préstamo de la Biblioteca Pública de Arafo.  



La primera vez que recorrí las calles de Buenos Aires, fue con la lectura de los cuentos y poemas de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
Cuando conocí la ciudad porteña: las avenidas, las calles, las esquinas, cafés, plazas o parques me eran reconocibles. He vuelto, y mi mirada recorre la ciudad entre las páginas que releo y los espacios que quedan entre renglón y renglón. Es la ciudad por la que anhelé caminar en la adolescencia y sus librerías y sus gentes,  lo hacen posible.


La ciudad, a media mañana, estaba en calma, sin ruidos que la perturbaran. Por un instante pensé "silencio, Buenos Aires escribe».
Me encontré de nuevo con la Torre de los Ingleses, donde Clara y su acompañante se bajaron del Ómnibus de Cortázar. Buenos Aires son muchos relatos que se elevan de cuadra en cuadra, discurren por las calles y por las avenidas que parecen no tener fin. Cuentos contados, agazapados, ocultos o aún por ser escritos pero en cada paso, en cada mirada descubro versos que buscan por las esquinas el poema que los ampare. Y me detengo, los siento y me conmueven y, desde el primer día de mi llegada, antes de partir de la ciudad, ya quiero volver. 





La tarde fue un espectáculo de libros en el Ateneo Gran Esplendid. Un paraíso donde se representan millares de páginas, palcos de sala de lecturas y un escenario, tras el telón, donde los lectores-actores-protagonistas toman café y buscan, en un libro abierto, a su autor. Inaudible aún se escucha la voz de Carlos Gardel que una noche dejó sus tangos sobre las tablas del viejo teatro.






Como un gran tablero de ajedrez las librerías van de cuadra en cuadra ante la mirada expectante de los buscadores de libros. Ateneo y Cúspide siguen la secuencia de proximidad, están las que se alinean en la avenida Corrientes con nombres tan seductores como Dickens, Antígona, Jekyll, Losada, Lucas o Luna, entre otras muchas. En la calle Esmeralda encontramos la Librería Anticuaria Helena y Poema 20. 
Una librería que merece una atención especial: la Librería de Ávila. La más antigua de la ciudad, se fundó a finales del siglo XVIII como Librería del Colegio, cercana a la Plaza de Mayo y, después de diferentes reconstrucciones arquitectónicas y de nombres, hoy es un apacible lugar donde libros nuevos se mezcla con el aroma a libros viejos, raros y primeras ediciones.



Pero es la calidez humana la que ahonda ese sentimiento hacia la ciudad. El encuentro con amigos, con conocidos, sobre todo de relaciones que devienen de este blog. Una tarde quedé para tomar un café con la artista y escritora Gilda Ledesma Blashett. La emotiva cita fue en el histórico Café Tortoni. 



Bastó la presentación para iniciar una charla como si la retomáramos del día anterior. Una mujer culta, inteligente, elegante, amable, simpática y, sobre todo, muy empeñada en mostrarme el Buenos Aires artístico, literario, de Cafés bohemios o especiales. Una artista que admiro en plano pictórico y en el literario. Esa misma tarde de martes me mostró la impresionante Colección de Arte de Amalia Lacroze Fortabat en Puerto Madero. Sin duda, con Gilda Ledesma Blashett, conté con una guía de lujo por sus salas. Una colección de obras de Arte argentino y de Arte internacional, que recorrimos entre comentarios, miradas de la artista y el bienestar emocional la contemplación pausada del arte. 
Después, un tranquilo paseo por Puerto Madero entre la nostalgia y la modernidad.





Paseo artístico que continuó el día siguiente cuando nos citamos a las puertas del Museo del pintor argentino Xul Solar que, lamentablemente, estaba cerrado por aquella fecha. No queda más remedio que regresar algún día y disfrutar de la obra de este significativo artista en la historia del arte. Pero el viajero siempre debe continuar su camino. Y nos fuimos al Café Cortázar.  










Después de este alto, entre mitómano y literario, entrañable y acogedor, Gilda me llevó al interesante Museo MALBA, un importante espacio donde se expone una valiosa colección de arte contemporáneo latinoamericano 





 

Nuevamente, supuso un feliz paseo por la pintura y la escultura. Y con la grata sorpresa de encontrar expuesta una fotografía de la artista argentina Alicia Penalba ante su escultura al aire libre Grande Cathédrale, en la Rambla de Santa Cruz de Tenerife.








Continuamos a pie por Libertador hacia el Museo Nacional de Bellas Artes. Un que reúne una d ellas mayores colecciones pictóricas y escultórica de América Latina 
 La tarde del miércoles concluyó en Recoleta, en el histórico Café de La Biela, frecuentado por artistas, cantantes, deportistas y escritores como Jorge Luis Borges, Bioy Casares o Ernesto Sábato. La noche y la luna bonaerense se asomaron a la terraza al aire libre donde compartimos buena charla y cena. 



 Gilda Ledesma Blashett en su incansable deseo de mostrarme la ciudad, me llevó al Centro Cultural Kichner, antiguo y espectacular edificio de Correo. 


Allí, además de admirar el interior y lo que aún queda de su antigua función, pudimos recorrer una exposición, Objetivo Mordzinsky: un viaje al corazón de la literatura hispanoamericana.




Más tarde, atravesamos la plaza contigua, jalonada con casetas con libros, hacia a la Casa Rosada, sede de la Presidencia del Gobierno de Argentina y donde tuve el honor de visitar su Museo. Una instalación anexa, que deja al descubierto los muros y cimientos de la antigua Aduana de Taylor y donde se expone la Historia del país a través de sus Presidentes y sus innumerables objetos históricos. 



La tarde y el lugar para la despedida de una excelente anfitriona a la que nunca agradeceré suficientemente, el tiempo, las charlas, los recorridos artísticos e históricos, fue en el lujos Café Faena. 
Mi actual mirada de Buenos Aires, si cabe, es más intensa y emocionada que antes, gracias a la artista y poeta Gilda Ledesma Blashett. A la que le deberé siempre este paseo por la piel artística y bohemia de la ciudad.


Con su entrañable óleo Gauachito, me despido de  Gilda hasta una próxima vez, para retomar paseos y charlas por la ciudad de Buenos Aires. Gracias amiga por tu generosidad, tu dedicación, tu erudita y cálida compañía.


Gauchito de Gilda Ledesma Blasehtt


Escuchaba Adiós Nonino por mis auriculares, cuando aterricé en el aeropuerto Aitor Piazzolla de Mar del Plata.



Cuando llegué a Necochea un crepúsculo arrebolado y luminoso le daba una atmósfera entre mágica y soñadora. Y mientras me dirigía en taxi a Quequén, pensé en Lebu la primera vez que visité esta ciudad chilena, cuna del poeta Gonzalo Rojas. Como en Lebu, discurría un hermosos río que desembocaba entre espectaculares playas de arena rubia. Cuando por fin recalé en Quequén, el ronroneo de las olas me causó un sereno bienestar. El mar para una isleña es como un barco para un naufrago: la salvación.




Me levanté temprano y me fui al mar, al reencuentro con las olas, con los azules salobres del océano y los dulzones del cielo salpicado de algunos cirros que se desperezaban. Una inmensa playa dorada, aún deshabitada, un paseo marítimo con miradores y  placas con poemas ganadores de los certámenes literarios del Centro Cultural Kemkem. 









Busqué el faro que se elevaba en una pequeña colina y me adentré por las calles de una ciudad que empezaba a conocer y que ahora ya es parte de mi patrimonio emocional. 







A media mañana, llegué a la casa del escritor, director del programa de radio Faro al Sur y Presidente del Jurado del I Certamen Literario Internacional Pleamar del Microrrelato Romántico, Juan Manuel Montero Lacasa. Allí nos conocimos y Ana María Centurión Cienfuegos me enseñó a tomar y cebar mate en una charla cálida, distendida que fue abriendo caminos y tendiendo puentes. Después del mediodía asistí con Juan Manuel Montero al programa Estamos en Contacto que conduce magníficamente Susana Rossi y Matute Altuna en La Radio FM 93.5. Una entrevista con Susana y Juan Manuel que fue una conversación enriquecedora, participativa, cercana. Y que discurrió como una charla entre amigos. Me sentí integrada y feliz desde el principio. Agradecer al programa y a todo el equipo su deferencia y trato en estas horas en Necochea y Quequén. Y a Tomás González Díaz, director de Mínima FM 97.9, que tuvo la generosidad de retransmitir el programa radiofónico, íntegramente, desde Tenerife 











El Centro Cultural Kemkem celebró la entrega de premios, en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, de los Certámenes de Poesía y Microrrelato: Malvinas Ayer, Hoy y Siempre, tributo a Andrés Mirwald y Certamen Literario Internacional Pleamar, tributo a Néstor Casablanca. 








Una concurrida sala donde se dieron cita, participantes, espectadores, familiares y amigos. Un acto emotivo donde se leyeron los poemas y los relatos ganadores. Debo reconocer que la emoción fue constante pero se agrandó en el instante en que subí a la palestra a recoger el premio y cuando lo dediqué a mi madre y a Arafo, Bórcor literario, y lugar donde aprendí a mirar al mundo y a escribir desde la Biblioteca Pública y la azotea de la casa familiar. 
Carlos Bonserio Carlomagno, Presidente del Centro Cultural Kemkem, me entregó el relato que será expuesto en una placa en un espacio público de Quequén. Comenzar la lectura de Luz de tango ante el público expectante no fue fácil. Leer un relato sobre tango en su patria, ante excelentes escritores y lectores argentinos, me causó un profundo sentimiento de vértigo y, a la vez, de felicidad por compartir letras en el país que tantas me ha dado. 
Conocer y conversar con el público y los participantes en los distintos certámenes fue parte importante y significativa del premio. Cuando salimos de la Universidad, Quequén era luz de luna. Inmensa y tímida detrás de la levedad de unos cirros se elevaba  más literaria que nunca, en un anochecer de letras y versos, de historias y sueños. De la lejanía de las tierras de procedencia a la cercanía de la palabra. Una amable velada con Ana María Centurión Cienfuegos y Juan Manuel Montero Lacasa, que guardaré en el recuerdo emocionado. En las palabras que junto al mar tendieron lazos entre las dos orillas atlánticas tan lejanas en lo geográfico y tan cercanas en los mapas de la palabra y del corazón
























Diana Ochandorena, directora del periódico Estilo Necochea, a la que agradezco su artículo y fotos, me entrevistó para su publicación.

También agradecer a Roberto Fredes su entrevista para un canal de televisión de Necochea. 





Juan Manuel Montero, director del magnífico programa cultural radiofónico Faro al Sur, que se emite todos los viernes de las 16:00 a las 18: 00, hora argentina, tuvo la amabilidad de mostrarme los lugares de Quequén y Necochea donde se ubican los poemas y relatos ganadores que, al aire libre y en placas de cemento, se ofrecen como soporte de lectura en avenidas o en el encantador y sugerente paseo marítimo, donde esa lectura se mezcla con el rumor del mar, el seseo de las olas y la brisa marina que trae el aroma a salitre.



 
Y donde Luz de tango venteará bajo el influjo del faro de Quequén.




Cuando el avión despegó del Aitor Piazzolla,  crepitaba en un rojo incendiado, como si la fundición de Vulcano se hubiera instalado esa tarde en Mar del Plata, como si el horizonte hubiera perfilado sus bordes de carmesí, como si el color del crepúsculo exhibiera mi alegre estado de ánimo.
Palermo, el barrio bonaerense más extenso, de cafés, restaurantes, tiendas de diseños, arte, librerías, etc., fue mi lugar de encuentro con el escritor argentino Pablo Di Marco. Autor de excelentes novelas como Espiral, Las horas derramadas (premio Ategua 2010) o Tríptico del desamparo. Un interesante encuentro en la Librería del Pasaje. Una librería que sólo el nombre nos animan, con un café, a perdernos por sus pasajes, trepar por sus escaleras de madera y sus estanterías repletas de sugerentes libros. Agradezco a Pablo Di Marco su deferencia, su tiempo y la enriquecedora conversación que mantuvimos sobre la literatura y sus aledaños, sus fascinaciones y sus laberintos, sus oportunidades y el anhelo siempre de conocer, de descubrir nueva y prometedoras lecturas. Gracias a Celia Corrons que, desde Valencia, nos puso en contacto.




El cielo lloraba mi última mañana en Buenos Aires. Tomé un taxi a Caminito. Quería despedirme allí d ella ciudad, no con un adiós sino con un hasta pronto. Fue un delicioso paseo bajo la lluvia por sus calles mojadas y el tango como banda sonora que se deslizaba entre mis pasos. Busqué en las esquinas jirones de relatos, frases para comenzar una novela, versos con los que formar un poema secreto. Mi andar quería seguir recorriendo La Boca pero antes de marcharme, me giré, contemplé Caminito y, en silencio, con los labios cerrados canté Volver 





Mi agradecimiento a todos los amigos de Argentina que me acompañaron aquellos días, a los que no pudieron desplazarse y me enviaron amables mensajes como Patricia Hauscarriaga, Luján Fraix..., a los que me llamaron al hotel, especial mención la cálida conversación  con Josefa del Valle Pizarro  que desde La Patagonia, tuvo la amabilidad y deferencia de telefonear y hablar largamente. Al Centro Cultural Kemkem y a su Presidente Carlos Bonserio Carlomagno, al programa Estamos en contacto de La Radio FM 95.3 y Susana Rossi, al escritor y Presidente del Jurado Juan Manuel Montero Lacasa. A Tomás González Díaz por la generosidad de emitir esta entrevista, desde Tenerife, por su emisora Mínima FM 97.9. 

A todos los que hicieron posible en Buenos Aires, Quequén y Necochea que este caminito a un sueño tuviera el más feliz de los despertares.
El telón no se cierra, continúa en los libros