jueves, 22 de junio de 2017

Las buenas horas literarias








«Nos quedamos largas horas sentados sobre las cajas, hablando de nuestros autores favoritos, recitando poesías y recordando pasajes de viejas novelas»

Cuando el lector se sienta ante un libro, y lo abre por primera vez, siente lo mismo que quien está a punto de echar a volar: inquietud, abismo y cielo. A este instante único, con Las horas derramadas de Pablo Di Marco, ganadora del XXI Premio de Novela Ategua, se sumaron tres circunstancias que configuraron la aventura de desembarcar a las puertas de sus páginas.
De viaje por Argentina, una amiga común valenciana, Celia Corróns, nos pone en contacto. Intercambiamos mensajes y nos citamos en Palermo. Lattente ofrece buen café. Una tarde cálida de febrero nos encontramos en el pequeño local. A esa hora estaba muy concurrido y no fue posible tomarlo allí. Sin embargo, la siguiente elección de Pablo Di Marco, fue muy acertada, la Librería del Pasaje. Recuerdo, entre libros, aquella conversación de literatura y sus caminos. Hablamos de la suerte y de la importancia de escribir sin la obsesión de publicar. De la sorpresa e incredulidad ante los premios, de las fuentes inagotables de historias de taxistas y pasajeros. Sin embargo, este autor al que acababa de conocer, no me habló de su escritura, de sus obras, de su literatura. Su humildad y cercanía me hizo intuir que debía ser un buen escritor, pero no solo de los que escriben bien, sino de los que, además, hacen literatura en la acepción más amplia, profunda y trascendente del término. Es de los que prefieren que los lectores lo busquen en sus páginas. Y, aquello me produjo la enorme curiosidad literaria de adentrarme en sus novelas.
Nada más llegar a Tenerife, acudí a una librería de La Laguna y pedí Las horas derramadas. Novela que se encontraba ya en una librería de Las Palmas de Gran Canaria. Pese a la cercanía, la distribución de libros en las Islas a veces navega por todos los océanos, da la vuelta al mundo y  hasta, en ocasiones, hace escala en Marte. Las semanas transcurrían sin que el libro solicitado arribara. Por fin recibo un mensaje de la librería donde me anuncia la buena noticia. Y acudo con la alegría de ir a buscar a un amigo esperado.
Pero un tercer acontecimiento, me lleva a aplazar la incursión en Las horas derramadas. Una inesperada complicación ocular me impide leer durante un tiempo. Si cabe, este aplazamiento fue el más doliente, por cuanto ya había empezado la lectura de la novela y estaba atrapada en las galerías de sus renglones.
La pasión lectora, no consiste, únicamente, en el acto en sí. Le anteceden historias que enriquecen el momento de abrir el libro y, después de la página final, nuevos caminos se abren tan apasionados como los vividos, tan sugerentes como para desear leer más obras del autor.

Las horas derramadas, primero es la luz lateral que entra por un ventanal y se aleja, en perspectiva, por una nave abovedada, entre medieval y neogótica. Bajo arcos de medio punto, las líneas confluyen en un monje barbado que lee entre columnas de libros. Portada de Ariel Olivetti, que nos incita a averiguar qué contempla el cartujo en el libro abierto que sostiene entre sus manos.

«La mirada de Gabriel se precipitó en esa inmensidad de libros. Calculó miles, decenas de miles. Los envidió: ellos permanecían en sus anaqueles, imperturbables, ajenos a la tragedia.»

La novela de Pablo Di Marco fluye en un tempo rápido y vivaz. Desde la primera página, el lector se sumerge en la historia de Gabriel Desalvo y, con él, camina y asiste asombrado, interrogado, curioso, conmocionado y emocionado a los laberintos por los que transita, a la fugacidad de su tiempo, a la oscuridad y misterio de sus sótanos y a los ecos de luces y sombras, que vienen y van, entre el pasado y el presente.

Las horas derramadas transcurre en un lugar imaginario: La Isla, en una atmósfera de trazos fantásticos, en una sociedad gris, anodina, sin alicientes, vigilada, controlada, donde el libro, la poesía, las librerías han desaparecido y las bibliotecas yacen olvidadas bajo los escombros. No es un mundo aislado que transcurre en el espacio de la novela. Pronto, nos percatamos que conocemos esa sociedad y la condición humana que la genera y la sostiene. Más allá de la defensa encendida del libro y sus mundos, el autor plantea que la salvación del ser humano, en la brizna de su vida, precisa del arte. La literatura, la poesía como dice Gabriel Celaya «es un arma cargada de futuro». Allá donde la sensibilidad y la lírica desaparecen, la vida transcurre sin ser vivida. Cautiva de la nada, de la inercia, expuesta al peligroso mundo sin lectura.

El tiempo perdido que impregna la novela, casi como un personaje más, ahonda e indaga en las consecuencias de su paso imparable, inevitable, inexorable. Una reflexión filosófica que envuelve a Gabriel Desalvo, quién, cuarenta años después de desaparecer, ya anciano, se plantea qué fue de sus esperanzas, qué quiso ser, qué buscó y qué abandonó, qué perdió, qué ignoró; dónde el amor, los amigos, la ciudad y sus cuadras, por qué, cuándo y hacia dónde. 

Las horas derramadas escrita en tercera persona, nos lleva en volandas y nos conduce por los recovecos y profundidades del ser humano: sus temores, sus fracasos o su inacción. Una mirada reflexiva, desde su época de Sísifo asalariado de La Empresa a lo qué la vejez le revela. 

La prosa ágil de Pablo Di Marco, con intensas imágenes poéticas, nos llevan a una extraordinaria calidad estilística y narrativa. La poesía presente en la cuidada prosa, también aparece en poemas, ventanas que se abren en medio del aire denso y turbio de una sociedad que ha perdido el aliciente del lirismo. La sólida y clara significación de los diferentes personajes que recorren los capítulos, breves pero intensos. La estructura consolidada de la novela, el lenguaje preciso, la riqueza imaginativa, las metáforas que encierra, la reivindicación de la creación literaria, encarnada   en Aída, la mujer que nunca dejó de esperar a Gabriel Desalvo, y cuyos poemas y  relatos son el asidero, la esperanza y la luz que alumbra el camino de regreso. Los momentos entre lo real maravilloso y cierta atmósfera que nos evoca a La carretera de Cormack McCarthy, nos llevan a la certeza de que se trata de una novela con mucho futuro en la historia de la literatura argentina. La misma que asiste a Pablo Di Marco, una de las voces más importantes de la nueva narrativa de su país.
Sin duda, una novela sumamente recomendable para los lectores que les apasionan las historias que atrapan desde la literatura de calidad.

«Estaba a punto de tirar la tarjeta en un tacho, cuando unos ligeros trazos en tinta violácea comenzaron a aparecer. Una prolija caligrafía iba tomando forma y, en algunos segundos, se trazó ante los ojos de Gabriel un ahilera de líneas. ¿Un poema?

Las horas derramadas
Ganadora XXI Premio de Novela Ategua
Ed. Trifaldi, 2016



Pablo Di Marco nació en Buenos Aires en 1972. Escritor reconocido y premiado, es uno de los autores más relevantes de la narrativa actual argentina.
 Además de Las horas derramadas, ha publicado Tríptico del desamparo, ganadora de la I Bienal Internacional de Novela José Eustaquio Rivera, en Colombia, y Espiral, finalista del  XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz.
Es corresponsal de la revista Libros & Letras de Bogotá, y  también participa con la sección Un café en Buenos Aires, donde realiza entrevistas a escritores, editores y personas relacionadas y vinculadas con el mundo del libro y la literatura.