Inauguré este blog literario en enero de 2011 con el relato Buenos Aires 1929, que dio nombre a este espacio. Las cien primeras visitas, me pareció una cifra estratosférica. Hoy, hemos alcanzamos las 150.000.
Abrí el Buenos Aires 1929 Café Literario con el propósito de publicar relatos, cuentos, reseñas, artículos y eventos relacionados con el mundo de la literatura. Y, desde sus inicios, no han cesado de pasar exploradores de redes literarias. Lectores, escritores, poetas, narradores, gente inquieta e interesada por la lectura. Muchos se han quedado. He aprendido de los que vienen y van, y de los lugares que ellos me han descubierto en tantos rincones del mundo.
Han transcurrido cuatro años, más de un centenar de publicaciones en este blog y en revistas y libros de España y de otros países como Argentina, Chile, Venezuela, Perú... He recibido premios y también he vivido momentos duros. El último año ha sido, familiarmente, muy triste y mis intervenciones en el blog han sido esporádicas. Aún así, muchos de ustedes han permanecido siempre atentos a cada nueva entrada.
Quiero agradecer las visitas, los comentarios, las conversaciones, las lecturas y, sobre todo, la amistad y cercanía de todos.
Buenos Aires 1929 Café Literario de celebración, presenta, de nuevo, el tango que abrió este blog. Relato publicado en Los espejos que se miran.
Muchas gracias
Buenos Aires 1929
Siempre te espero sentada en el ambigú frente a una copa de Chartreuse verde. Te abres paso rasgando la nube blanca que envuelve la sala. Me gusta cuando llevas la chaqueta cruzada y el sombrero negro, ligeramente ladeado, y ese cigarrillo viajero entre los dedos y tus labios. Observas el lugar como se despliega el periscopio de un submarino: sigiloso y rolando lento. Tiemblo por si las velas de mi barco no se registran en tu campo de visión y todo me da vueltas como si estuviera atrapada en una puerta giratoria. Y antes de sucumbir al mareo seguro, tu sonrisa me ancla a ti. Entonces, desenfoco tu imagen y me pierdo en las parejas que hilvanan los primeros pasos de un tango. Mis dedos danzarines bailan al compás de la música sobre la mesa. Y ya percibo tu olor a tabaco de Virginia antes de que levantes el sombrero y me tiendas la mano. Y bebo el último sorbo del licor francés. Mis ojos, ahora sí, se refugian en los tuyos, negros como las noches de tormenta y brillantes como el Río de la Plata cuando mece a la luna llena. Tu mano rodea mi cintura y la mía se aferra a tu hombro; sigo tus pasos seguros mientras el bandoneón me lleva a susurrarte al oído que el mundo somos tú y yo. Entra tu pierna y la mía sube entre las tuyas como gata atrevida, mientras te cuento que el cielo es mi nuevo arrabal. Y tus labios se despliegan cómplices de los míos. Entrelazadas las manos recorro las esquinas de nuestro refugio. Y mi rostro y tu rostro cuando se rozan perecen desafiar los malos presagios. En el Norte, Ricardo, los hombres de negocios se lanzan por las ventanas y la pobreza y la guerra están apostadas en las cercanías de América y Europa. Pero a tu lado viajo en un aeroplano rumbo a las nubes por esta pista de baile. Me llevas, voy, te arrastro, me giro entre tus brazos muralla, me elevas, me persigues, te abandono, me buscas, te encuentro y te revelo, entre las notas del piano, la trama de los violines, y los pasos de tango, que el último minuto puede llegar ya, cuando quiera.