jueves, 13 de septiembre de 2018

CENICITO








Se llamaba Cenicito y era el gato de mamá. Tenía el color del humo en la Noche de San Juan. Sus pasos parecían flotar sobre la hierba y su cuerpo era de una levedad elegante. Cuando miraba, desde sus  ojos esmeralda y musgo de invierno, buscaba palabras. Esa voz que lo anclara a la casa, al jardín, a la siesta tranquila bajo los rosales. Cuando mamá enfermó, él se apostaba en la ventana a la espera de una puerta abierta para entrar. Y trepaba a su cama y, como el mejor artista del Circo del Sol, desplegaba todo su repertorio de piruetas,  doble saltos, volteretas …, hasta que mamá sonreía. 
Cuando ella se fue, como nosotros, la buscaba incesante, entre maullidos y mirada desesperada. Se volvió bohemio y callejero. Pero siempre que yo regresaba a la casa familiar, él me esperaba detrás de la cancela o sentado sobre un muro en pose de modelo de calendario gatuno. Se desperezaba, saltaba, y me regalaba algunas de sus contorsiones, no tantas y ni tan variadas como las que le hacía a mamá, pero sentía su alegre bienvenida. Después, como un espectador de un partido de tenis, se apostaba en una posición estratégica, desde la que seguía las conversaciones familiares. Y antes de marcharse, posaba sus manos sobre mi muslo, levantaba la cabeza, me miraba a los ojos, y emitía un maullido casi inaudible. Era su manera de decirme lo contento que estaba por verme. 
En el verano de 2017 su salud se resintió y pronto supimos que padecía leucemia. Las radiografías pusieron al descubierto los numerosos balines que recorrían su cuerpo. Salvajada perpetrada por algún depredador inhumano. Sus ojos de monte verde se volvieron una desconsolada despedida. Regresar a la casa familiar era para mi un continuo sobresalto. Temía  no ver su figura mullida sobre el muro. Octubre, otoño descarnado, fue su último mes. Se marchó el 20, curiosamente el mismo día del cumpleaños de mamá. 

Ha transcurrido casi un año y, en todo este tiempo, no he sabido despedirme del Cenicito. Ni escribirle unas palabras, esas que tanto le gustaba escuchar. Ahora, algunas noches, miro al cielo. Y cuando veo pasar una brizna de nube gris cerca de una estrella, imagino que es el Cenicito con sus cabriolas ante la sonrisa de mamá.



martes, 26 de junio de 2018

A LAS PUERTAS DE EMILY DICKINSON







Emily Dickinson he venido a buscarte. Bajemos la escalera. Unos pasos bastarán para alcanzar la puerta. Sé que no quieres salir de tu apacible habitación. También me hiere la algarabía. También me salva la solitud de mi cuarto. Sí, sé que te perturba el aroma de las rosas en el jardín. Yo solo siento cuando se deshojan sin mano que las acune. Que te duelen las miradas dentadas. Pero hay miradas que sonríen. Tienes el mundo con sus mares y continentes anclado a la ventana. Puedes ver el Cáucaso, el Teide o Los Alpes con solo contemplar a través del cristal. Pero necesito que me acompañes a buscar las palabras con las que derrotar a las manadas que campan en la noche de la injusticia. 

Emily Dickinson se acabó el tiempo de escribir en la esquina de un sobre, en el envés de una factura, en el resquicio de un catálogo, en la página de un libro, en el borde del silencio. He venido de lejos, he escalado con pasos esperanzados tu escalera, he empujado la puerta e invadido tu paraíso en busca de tus palabras. No sé cuáles ni cuántas necesito para llegar a la justicia sorda que libera a los culpables y acorrala al encierro a las víctimas. Saca los cuadernos de tus versos y bajemos a buscar un cielo donde hacerlos volar. Descenderán entonces esas palabras que busco. Descenderán, tal vez. Suena el zumbido de las abejas y el canto de los pájaros anuncia el verano, pero afuera cae escarcha en los ojos de las mujeres. Quieren poner grilletes a nuestros pasos.

Emily Dickinson también yo creo en la belleza para salvarnos, pero ahora es tiempo de palabras que planeen por el turbio bosque, que naden profundo, que roturen los campos, que caminen libres por la madrugada de ciudades, pueblos y caminos, que crucen puentes sin mirar atrás, se desnuden bajo la luna, y chapaleen al alba en los charcos del rocío. Sin miedo, sin peligros, sin amenazas. Palabras que en tropel dispersen y sustituyan a las otras palabras, las que se asoman a los espejos, las que miran a otro lado, las que se atrincheran en las sentencias disfrazadas de ajustadas a ley.

Emily Dickinson, salgamos juntas a vencer con palabras a las manadas y a cuántos bárbaros desde estrados, atriles, códigos o empuñaduras de puntilla, han olvidado que la justicia también es mujer. Necesito la voz de tus versos para encender las farolas que ellos apagaron y las estrellas que ya no alumbran sonrisas en la noche. Abramos la puerta y salgamos porque también, junto a tu jardín, se escuchan llantos de niños a los que les han robado sus padres. 
Son tantas las palabras, Emily Dickinson, que necesitamos que, con tu soledad y mi solitud, podemos hacerlas navegar hasta la orilla de ese no que es no. 

Te esperaré abajo, sentada a tu puerta. Las primeras palabras ya se agolpan en el jardín. Escucho tus pasos, vibran en cada escalón, suenan a camino, a luz, al suave tintineo del silencio que se ve. Palabras libres, justas, iguales, diversas, visibles, comprometidas…  Subamos las palabras al viento para que viajen lejos, habiten las tormentas y lluevan sobre las tierras yermas de la injusticia. Germinen bajo el sol, encarcelen a las manadas, rompan las jaulas y devuelvan los padres a los niños,  cesen las violaciones, los crímenes y se escuchen de nuevo los pasos firmes y seguros de cada mujer con su libertad.




martes, 13 de febrero de 2018

RELATOS DE LA PATAGONIA. LIBRO DESTACADO DE 2017 EN EL ESCOBILLÓN







RELATOS DE LA PATAGONIA fue uno de los libros destacados el pasado diciembre en la Sección El Perseguidor de DIARIO DE AVISOS que coordina el crítico literario Eduardo García Rojas y en su blog EL ESCOBILLÓN. Blog que por su gran calidad literaria recomiendo leer en este enlace: EL ESCOBILLÓN

«Porque hace viajar al lector a unas tierras que la escritora describe con desarmante destreza literaria en una serie de cuentos que son piezas de un rompecabezas cuyo retrato final es el de una geografía de impecable belleza natural y humana»



jueves, 18 de enero de 2018

FINIS MARE EN EL DIARIO DE AVISOS



FINIS MARE comentada por Elena Morales en la Sección literaria El Perseguidor que coordina Eduardo García RojasDiario de Avisos (14 de enero 2018)


FOTO DE ALBERTO MARQUES DA SILVA


jueves, 11 de enero de 2018

ENTREVISTA EXPRÉS DE DRAGARIA A FELICIDAD BATISTA




Felicidad Batista: «Me inspiran los lectores y lectoras»
Por DRAGARIA -
10 enero, 2018





Esta bibliotecaria de Tenerife ha escrito dos libros de relatos y una novela, y participado en numerosas antologías de relatos en Argentina, Chile y Venezuela. Ha cosechado varios premios y nominaciones especiales en certámenes tanto locales, como nacionales e internacionales. En la actualidad prepara una nueva novela, participa en un programa de radio y escribe artículos para prensa.

TRES CLAVES DE TU ÚLTIMO TRABAJO

La primera clave de Finis mare es el narrador. Su identidad y circunstancias no se conocerán hasta bien avanzada la novela. Su forma de construir la historia que cuenta, la manera en la que se cuelan sus impresiones y sus emociones, hacen que sea un narrador diferente a los convencionales. Otra clave es la temática que se encuentra en varios niveles. Dicen que es una historia de mujeres, añado que también es de secretos, de silencios, de mentiras, de pasados no resueltos donde la música, la literatura, las lenguas, los viajes reales o imaginarios juegan un papel fundamental. Una tercera clave es la narración envolvente desde las primeras líneas: «¿Quién es Miranda Valdivia? Es la pregunta que, incansable, me repito. Busco una respuesta que me ayude a desentrañar su misterio. Quizá una vez revelada pueda comprender el mar de silencio que nos envuelve, la niebla que nos cubre, el laberinto que nos atrapa».

¿QUÉ AUTOR O AUTORA TE INSPIRA?

Tenía diez años cuando leí Alicia en el país de las maravillas. Desde ese momento decidí elaborar un sistema para leer lo que me aguardaba en la biblioteca pública. Cada año lo dedicaba a los autores de un país: españoles, rusos, alemanes, ingleses, latinoamericanos, estadounidenses… Todos han sido y son fuentes imprescindibles. Me inspiran los que son, antes que escritores, grandes e insaciables lectores y lectoras. A partir de ahí citaría a Emily Brontë, Benito Pérez Galdós, William Faulkner, Virginia Woolf y Marguerite Yourcenar.

UN POEMA, UNA NOVELA, UN CUENTO

— Un poema: cualquier de Emily Dickinson, pero por especial para nosotros, citaré el número 752 ¡Ah Tenerife!, un poema dedicado al Teide. Una escritora invisible que escribió más de 1.700 poemas, la mayoría en secreto, desde el encierro voluntario de su habitación. Recuerdo cuando visité su Casa Museo en Amherst, Massachussetts. La emoción de subir la escalera, de entrar a su cuarto, de permanecer un largo rato en silencio y mirar, a través de la ventana, el paisaje que contemplaba antes de llevar los versos al papel, al envés de cualquier factura, al remite de un sobre vacío. Tras su muerte, desde que su hermana Lavinia descubriera los centenares de cuadernillos con sus versos, hasta que su obra fuera difundida, tal y como la poeta la concibió, pasaron muchas décadas. Pero al final, la fuerza, la belleza, la calidad literaria de esta autora, se impuso.

— Una novela: Rayuela, de Julio Cortázar. Él dijo que esta obra era «una tentativa de modificar la actitud del lector que lee novelas». Acercarse a Rayuela es participar de forma activa en ella. No  basta con conocer una historia, una trama, unos personajes… Además, los lectores tienen la posibilidad de elegir cómo quieren leerla. Él lo llamó «lector cómplice». Bien siguiendo el orden de los capítulos o lanzar el tejo entre sus páginas y optar por otra secuencia igual de sugerente. Me atrae que un escritor se arriesgue e indague en la literatura y en las formas de contar la realidad y sus ficciones. Y también me fascinan las historias que se superponen, bifurcan o ahogan en el Sena. Los ambientes con sonido a jazz, aroma a tabaco y niebla de cigarrillo. París y Buenos Aires, nostalgia y locura, el arte y la búsqueda de un cielo que queda lejos de la cuadrícula de Rayuela. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con Horacio Oliveira o con la Maga, en cualquier esquina, en cualquier ciudad, en cualquier melodía de blues o de jazz?

— Un cuento: El sur, de Jorge Luis Borges. En la adolescencia, con este cuento —también con Ómnibus, de Cortázar—, viajé por primera vez a Argentina. Había sacado un libro de cuentos de la Biblioteca de Arafo. Subí a la azotea de mi casa. La cumbre al Norte, el mar al Sur. Y comencé a leer la historia de Juan Dahlmann. Un bibliotecario que, en el ansia de leer Las mil y una noches, no esperó al ascensor y subió tan desesperado las escaleras que un batiente le abrió un tajo en la frente. Ingresó en un sanatorio por la infección que le produjo la herida. Y desde esa cama entre fiebres y sueños viaja al Sur. Y la realidad del sanatorio y el viaje que sueña, al otro lado de la calle Rivadavia, me impactó tanto como, en particular, esta frase: «Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir».

UNA OBRA DE TEATRO, UN GUION CINEMATOGRÁFICO

— Una obra de teatro: La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Más que un drama rural, es la  puesta en escena del autoritarismo, la represión, el brutal silencio que impone la madre a sus cinco hijas. Cinco, la hora lorquiana de la muerte. Metáforas y símbolos se mezclan en esta obra que conmociona por los diálogos, la fuerza o endeblez de los personajes, el encierro amurallado, los grilletes de la moral y el honor, la sumisión de algunas hijas y la rebelión de la menor, Adela. Una lucha en la que parece vencer el silencio, el ¡a callar he dicho!. Pero ya se sabe que el silencio solo es el magma de un volcán que, tarde o temprano, termina siempre por reventar.

— Un guion: El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, me emociona especialmente por los diálogos. Un poeta, Oliverio (Darío Grandinetti), busca una mujer que sepa volar. Publicista de escasos recursos económicos, acosado por la Muerte —que interpreta Nacha Guevara—, intercambia versos por comida o por monedas en las calles. Anda y desanda por Buenos Aires y Montevideo después de encontrar a Ana (Sandra Ballesteros), esa mujer capaz de desplegar sus alas. Diálogos que son poemas de Oliverio Girondo, Mario Benedetti y Juan Gelman. Los versos fluyen en la conversación con belleza y naturalidad. Baste ver a Mario Benedetti, primero junto a una barra de bar y después sentado a una mesa con un bolero de fondo, recitar su poema Corazón coraza en alemán.

PROYECTOS

Pronto se publicaran dos libros de relatos en los que participo. Uno en Tenerife y otro en Valencia, con el colectivo Generación Bibliocafé, este último inspirado en el escritor Blasco Ibáñez. Estoy inmersa en un apasionante proyecto, Exploradoras de Historias de Mujeres de Chío, con la Asociación de Mujeres Asmudechi de Chío, que promueve la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Guía de Isora. Un proyecto que persigue poner voz, nombre, visibilidad a las mujeres que construyeron la historia de su pueblo. Y que también pone en valor a las mujeres de hoy, encargadas de realizar entrevistas a las mayores. Cada semana vamos, con estas entusiastas exploradoras, a las casas de esas mujeres que nos cuentan sus vivencias y que no son solo fuentes de una gran riqueza patrimonial, sino espejos en los que también nos reflejamos. Con todo este material de incalculable valor social, cultural, histórico y emocional, elaboraré un libro. Preparar mi sección de poesía para el programa cultural de la radio argentina Faro al Sur, que conduce el escritor Juan Manuel Montero, en el que participo en directo cada semana. Escribir cada mes un artículo literario para la revista digital Tenerife en Activo. Y continuar avanzando en la siguiente novela.

¿QUÉ PERSONAJE DE DRAGARIA SERÍAS?

La bibliotecaria. Pero no para escuchar del sonido silbante, casi sinfónico, de su biblioteca o para organizar, catalogar y prestar libros. No. Sería una bibliotecaria viajera. Recorrería DRAGARIA de punta a punta, de extremo a extremo y, con buen tiempo, me atrevería a navegar hasta la isla de San Borondón. En busca de los libros de escritoras y escritores invisibles que también crean en el silencio y permanecen ocultos, cubiertos por la niebla del olvido, el desconocimiento o la indiferencia.





Felicidad Batista (Arafo, Tenerife) es licenciada en Historia del Arte, escritora y bibliotecaria. Autora de Finis mare, Relatos de la Patagonia y Los espejos que se miran. Ha publicado en libros colectivos, revistas literarias y prensa en Venezuela, Argentina, Chile, Perú y España, destacando especialmente una gran cantidad de relatos. Ha recibido diversos premios y menciones, y ha sido finalista en numerosos certámenes literarios. (Blog).