domingo, 27 de febrero de 2011

El poema del tren

Desde la ventana de casa observo como la silueta deslizante del tren de las seis se vislumbra y apenas se escucha el silbido ronco que emite. Unas veces lo enmarcan los tonos rojizos del amanecer, otras me recuerda a una estrella del cine negro que camina, insinuante, por las calles de Nueva York o Chicago, bajo los grises del otoño, o las cortinas movibles de la lluvia. Atraviesa el llano y calculo que me restan veinte minutos para bajar a la estación. Allí lo espero. Me gusta subirme temprano cuando apenas hay pasajeros y los vagones casi desiertos le otorgan ese aire elegante. Me acomodo en un asiento que dé a las vías del tren y me dejo mecer por su traqueteo e invadir, ahora sí, por el sonido nítido de su avance. Es el único lugar donde permito que la voz de Darío se desate con su letanía de promesas, de intentos fallidos, de separación temporal, conveniente, necesaria. Me acaricio el vientre donde nuestro hijo permanece ajeno a las deserciones, a las noches vacías, a la estación donde nadie nos esperará.
La soledad se desvanece en la segunda estación cuando sube el desconocido que siempre se sienta a mi lado. Abre un cuaderno y escribe sin parar hasta final de trayecto. Los renglones son cortos, se detiene a mitad de la hoja y sigue en la línea siguiente. Por la tarde, al regreso, ocupa el mismo asiento y permanece en silencio proyectando la mirada, por delate de mi rostro, al otro lado de las vías férreas. Nunca saluda y nunca se despide. Pero no sé porqué extraña razón su compañía nos hace bien. Me alegra por la mañana y al final del día remansa mis ansias, y el pequeño abandona las patadas hasta bajar del tren.
Un amanecer herido de lluvia y azotado por los vientos del norte, subió al compartimento con sombrero y me sonrió. No hubo ningún otro intercambio de gestos o frases. A la mañana siguiente el rugido del tren seguía amortiguado por el agua del cielo pero el hombre desconocido no apareció.
Y los días se sucedieron, y las tardes se volvieron iguales, y mi hijo retomó las patadas en los trayectos y una nueva inquietud se apoderó de mí. Unas semanas después volvió a ocupar su lugar en el vagón. Permaneció ausente, no escribió y me pareció algo desmejorado. Cuando bajó, una estación antes de lo previsto, olvidó su carpeta. Salí, apresuradamente tras él, pero mi avanzado estado de gestación me impidió alcanzar la velocidad de crucero necesaria para devolverle su documentación. A partir de ese día siempre la llevaba conmigo por si regresaba al tren. Una tarde, agobiada por la larga jornada en la oficina y asaeteada por la curiosidad, abrí su maletín: decenas de poemas aguardaban en su interior, tomé el cuaderno que estaba marcado en una hoja y leí:
Para qué sirve el verso,
si no es para que llegue
a la boca que no rozaré,
y haga palpitar los instintos
que nunca suscitaré en ti.
Aprieto el gatillo y el verso rueda,
ensombrecido por el sonido amargo
de la indiferencia, en los insondables
parajes de tu mundo,
siempre azul y no mío.
Vuelo rasante de unos versos tristes
que planean sobre labios deseados,
poros no cabalgados, bajel de otros mares,
en esta noche eterna del verso que se va solo,
y solo anclado en la ensenada
de tu escandalosa sonrisa
.
Tres meses pasaron cuando lo volví a ver en los andenes de una estación esperando a otro tren. Enjuto, el sombrero cubría una calva repentina y nuestras miradas se cruzaron en la brizna de un instante sin parada.

14 comentarios:

  1. ¡Bello, bello! Tierno y sincero tu relato, Felicidad B., con inesperado final muy bien logrado. Gracias por seguirme en Poemas en flor..., pero te comento que tengo un Blog de Cuentos. Cuando quieras pasa por él. http://miscuentosmimundo.blogspot.com
    Me intriga el nombre del Blog. . .

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  2. Un relato precioso con un final muy nostálgico. Hasta imaginé que él le dejaba exprofeso a la protagonista su carpeta; soñé que la amaba secretamente.
    Suele sucedernos ese encuentro de almas que finalmente se desencuentran. Vaya uno a saber por qué.

    Me ha encantado.
    Un gusto leerte Felicidad.

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  3. Millz, no dejaré de pasarme por tu blog, me emocionan tus palabras y me motivan para seguir trabajando en este oficio de la creación literaria. Gracias, un abrazo.

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  4. No sólo estaban sus poemas dirigidos a ella, sino también sus horas y hasta su respiración... Pero el bebé en camino le hablaba, erróneamente, de una vida familiar feliz en la que él no tenía ningún papel. Y así se abandonaba a su tristeza, y desmejoraba día a día...

    Ay, que va a ser que me quedé con ganas de leerte más, Felicidad... :-)

    Un beso.

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  5. Mariela, no sólo es un honor que me leas sino un enorme lujo tu discreto asesoramiento.
    Sí, a veces, lo obvio, lo evidente, lo que está próximo nos es invisible y, acaso, no nos percatamos de la estación adecuada para detenernos.
    Mil gracias. Un abrazo amiga

    28 de febrero de 2011 16:47

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  6. Mayte estoy muy feliz que entres en mi Café Literario, tan cerca tan lejos, claro que con esas reflexiones intensas e interesantes, el café o el cortado van a correr por cuenta de la casa. Gracias
    Besos

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  7. Los trenes siempre han sido el útero callado donde se han engendrado las más bellas historias de amor y literatura, de sueños y espera, de versos y besos, de adioses para llegar a un encuentro.
    Solo tengo un adjetivo para calificar tu relato: EXCELENTE.

    Gracias por tu paso por mi blog. Ha sido toda una fortuna ya que me encontrado joyitas que iré degustando poco a poco.
    Un placer.
    Saludos.

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  8. Hola, Felicidad, estoy visitando espacios que suelo ver en los blogs de amigos, el tuyo aparece en uno de ellos. Me pareció muy bueno, así que voy a quedarme por aquí como seguidor.
    Si tienes ganas, te invito a pasar por el mío.
    Un saludo desde Argentina.
    Humberto.

    www.humbertodib.blogspot.com

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  9. Hermoso en todo su contecto, tanto en tema como en redacción. Te felicito y me agrada seguir tu obra. Te dejo mi rincón: gildaledesma.blogspot.com
    Abrazo

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  10. Marisa, excelente es el comentario que me has hecho, diría que es un micro relato paralelo. Y espero que cuanto escriba te siga pareciendo interesante. Gracias por hacer escala en mi Café.
    Un abrazo

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  11. Humberto, me alegra mucho que visites mi blog y me emociona que te guste. Ya he entrado en el tuyo y me he quedado de seguidora y de lectora asidua, me encanta.
    Un abrazo

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  12. Gilda, es muy bonito lo que me escribes, gracias por estar ahí y ser tan amable en tus apreciaciones.
    Un abrazo

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  13. Precioso Felicidad, me situó en ésas escenas, como estar sentada junto a ellos en forma invisible y también imaginé que esos versos eran para ella y que la carpeta fue olvidada adrede, ni que hablar que pude palpar esas emociones de madre.
    Gracias por compartir tan bello relato que incita a la imaginación y gracias mil también por leerme y dejarme tus comentarios!!

    Un abrazo enorme!!

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  14. Patricia, fuiste una de las primeras personas en creer en este blog, has estado ahí desde el principio y no has dudado en cruzar el Atlántico, desde Uruguay hasta Canarias, y detenerte en mi Café. ¿Cómo agradecértelo?
    Un gran abrazo

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