domingo, 30 de enero de 2011

Al otro lado de la calle

La plebe, ignorante hasta de sí misma, dice de mí que soy un hombre arisco, solitario y misántropo. Aunque sé que existe un sector que me considera un homosexual retraído. Y esa concienzuda tesis la han establecido en sus múltiples cenáculos dialécticos desde los que han difundido esta presunta verdad irrefutable por mi propio comportamiento. De alguna manera, he disfrutado de sus proclamas erróneas y, a lo largo de estos años, mi actividad en la sombra los ha vuelto confiados en sus convicciones. Sorprende que, un grupo de ciudadanos, presten atención a la anodina vida de un viejo profesor de latín.
Mis hermanos, Paulo y Remigio, se fueron de casa cuando consumaron sus ayuntamientos respectivos. Pasado un tiempo murió mi padre y más tarde mi madre. Cohabité, desde entonces, con los silenciosos gatos Adriano, Aurelio, Nerón, Pompeyo, Augusto y, ahora, Mesalina. Estos últimos inquilinos son los únicos que me conocen.

Creo que no alcanzaba los quince años cuando Rosalía y su familia se instalaron en la casa de enfrente. La primera vez que la vi, llevaba trenzas rematadas por lazos rojos, zapatos negros de charol, falda de tela escocesa y una blusa del color de las buganvillas. Supe, en ese instante, que esa, y no otra, sería mi mujer. Sin embargo, no conté con mi timidez que sólo me permitía pasar a su lado sin levantar la mirada. Transcurrieron pocos años cuando la observé acompañada de un muchacho macilento, desgarbado y pálido como la luna sobre un charco de hielo. Por fortuna aquello duró poco. Pero, mientras debatía cuál sería el momento propicio para confesarle mis sentimientos, apareció del brazo de un solado raso y bigotudo que no tardó en dejarla. Como sus escarceos amorosos continuaron sin que yo tomara determinación alguna, me dediqué a escribirle largas cartas en las que le narraba todas mis peripecias, mis deseos de hombre joven que anhelaban sus labios rojos como estandartes romanos, mis comentarios acerca de cada uno de sus amantes y mis leales sentimientos. Con el fluir de los días las misivas se fueron transformando en nuestra biografía, compartíamos un mismo tiempo y una extraña intimidad. Pero aconteció esa terrible tarde de sábado en la que bajó los cuatro escalones de su casa vestida con un traje blanco y un velo largo del brazo de su elegante padre en ese crepúsculo. Tuve que acostumbrarme a contemplarla con otro hombre, un contable de banco, insípido, reservado y de escasa habilidades sociales. Nacieron los que no fueron mis hijos: Anselmo, Beatriz y Manuel. Aún, aplastado por la historia que se fraguaba al otro lado de la calle, no falté a mi cita con la estilográfica y el papel de líneas. Llegaba de clase, me apostaba tras las cortinas, y, como un centurión, vigilaba cada una de sus entradas y salidas. Fueron décadas donde mi único goce estribaba en verla sonreír desde la distancia. El regalo de mi jubilación fue disponer de más tiempo agazapado desde mi posición de centinela. Y arribó ese momento en el que, después de varios análisis y comparaciones, deduje que su marido la había abandonado. No desde su cuerpo, este permanecía con ella. Al principio arrastraba los pasos, más tarde lo desplazaban en silla de ruedas. Iba con la mirada perdida y el rostro inexpresivo. Experimenté, entonces, un dulce sabor a venganza. Rosalía eligió a un hombre que, tras apurarse el tiempo, la olvidó. Olvidó sus ojos, sus labios, sus caricias, sus instantes de amor y lujuria. La olvidó tras la deserción masiva de sus neuronas que no quisieron retenerla.
Embutidos y envueltos en ropajes negros, regresan hoy, Rosalía y su familia, del cementerio. He pasado todo el día en el estudio ordenando cronológicamente las cartas. Tuve la precaución de poner las fechas en la parte superior del sobre y en el remite mi nombre: Paco, porque don Francisco nunca me gustó para ella. Dejaré pasar unos días, me haré acompañar por Mesalina y, juntos, cruzaremos la calle para entregarle los legajos de mi largo silencio.

4 comentarios:

  1. Que relato!, como una forma de autocastigo del protagonista. Me encantó, las descripciones me hicieron meterme dentro del relato y pasear junto a los protagonistas!!
    Te felicito, escribes muy bien, te sigo leyendo!!

    Un abrazo!!

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  2. Comentario de Manuel Antonio Barreto Montilla(Venezuela)publicado en la Comunidad de Escriotres y Poetas

    Texto agudo literario que merece ser analizado con ojos críticos, por los momentos diría que es un relato muy sensible y amplio que muestra poder creativo de la autora. Felicitaciones de todo corazón por esa capacidad de sostener el misterio del gato y del hombre frente al mundo.

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  3. Comentario de Eva Berta Passaglia (Argentina) publicado en la Comunidad de Escritores y Poetas

    Qué relato magnífico! Profundo ,intenso, atrapante...



    Cordiales saludos

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